Uno de los fines de las
políticas implementadas durante el gobierno de Don Rómulo Betancourt era la de
procurar el establecimiento y consolidación de una clase media venezolana que
empezaba a consolidarse luego de la urbanización del país y la ampliación
de la industria petrolera que se convertía poco a poco en una gran fuente de
ingresos y trabajo para la sociedad venezolana. Betancourt aspiraba que
con sus políticas, la clase media pudiera servir de colchón entre
las clases más bajas de la sociedad y las más altas, para evitar de esta
forma una fricción producto de una "lucha de clases" (cosa que no
comparto con Betancourt) que pudiera socavar la naciente democracia civil
que se implantaba del país.
Desde ese entonces la clase media ha participado y ha sido el epicentro de los procesos
de cambio en el país: Desde su participación en guerrillas de izquierdas en los
años 60 o en la consolidación del proyecto
político democrático acordado por los partidos en el "Pacto de
Punto Fijo", hasta convertirse en el principal motor de pensamiento
crítico en contra de la decadencia moral y ética de los dos grandes partidos
venezolanos en los años 80 y 90 como lo eran AD y COPEI. Estos últimos
cometieron el pecado mortal de modificar las políticas de Betancourt y Leoni a favor
de la clase media, para tratar de domesticarla luego de la mal llamada
"nacionalización" del petróleo. Las armas a ser usadas para
domesticarla fueron el clientelismo, el paternalismo y el subsidio, con el que
lograron dos grandes objetivos: La sumisión de las clases medias y bajas a la
piedad paternal del Estado para solucionar todos sus problemas y el subsidio a
la pobreza, para que no sintieran necesidad alguna de ser crítico o escalar
hacía la clase media llena de responsabilidades y obligaciones.
Demás está decir que ambas intenciones ocultas detrás de esas políticas
fallaron, pues una clase media traicionada y
frustrada, abandonó a los partidos tradicionales y entró en una era de
alejamiento desprendimiento de lo político en el país, lo que desencadeno que
fueran atraídos, junto a las clases bajas, por los cantos de sirenas militaristas,
que provenían de algunas cabezas calientes en los cuarteles, que debido al
alejamiento de los altos mandos y su clientelismo, daban señales de querer
ordenar el país dentro de un formato militarista.
La llegada, nuevamente, del militarismo al poder, se
concentra (como es natural en este tipo de gobiernos) en la de cambiar el
régimen civilista de libertades por el de la más férrea disciplina militar. Estos,
comenzaron su campaña de militarización de civiles, donde con un discurso
populista y clientelar fueron sometiendo a las clases bajas a un proyecto
meramente personalista de Chavez. Millones comenzaron entonces a cambiar sus
camisas por las rojas, muchos creyendo que era la bandera de un nuevo proceso
político y no el color de las boinas de los paracaidistas al mando.
Este proceso militarista tuvo una gran oposición en las
clases medias, una parte porque se mostraba crítica y escéptica al modelo
militarista que se estaba acomodando para dar su estocada final, otra porque
sencillamente estaban acostumbrados a sus beneficios clientelares con el Estado
y a esos privilegios de una sociedad de cómplices que se había instaurado, que
si bien es cierto ya había los había traicionado, la falsa comodidad podía más
que perdonar. El 2002 se encontró el régimen militar con el último bastión del “status
quo” que se negaba a un cambio, donde las clases medias en su mayoría y
sectores militares que se mantenían institucionales y conscientes de la
ventajas de los gobiernos de civiles (tanto clientelares, como éticas y morales)
desafiaron a Chavez y los paracaidistas del 4-F con las formas y resultados que
ya todos conocemos. Comenzaba la radicalización en la limpieza de las Fuerzas
Armadas y la supresión de la clase media, esto último algo nunca visto en los
anteriores gobiernos en Venezuela.
De aquellos polvos vinieron estos lodos, y luego de un sinfín
de acciones violatorias a la constitución, las leyes, los principios democráticos,
éticos y morales, las Fuerzas Armadas se han desarticulado como institución y
se han fusionado a los poderes del Estado y en todos los ámbitos políticos, económicos
y sociales venezolanos. Lo que queda de la clase media (Luego del acoso, la
coacción, la violación a los derechos económicos y políticos, la inmigración y
otros factores que conllevan a su empobrecimiento) se ha convertido en una masa
inerte que busca encontrarse dentro de un sistema político en la cual no se les
da la bienvenida.
La sumisión es la herramienta preferida por el régimen para
poder contener su accionar: desde golpearla con el mazo, hasta acariciarla luego
de golpearla y darle bozal como es el actual sistema cambiario en Venezuela
para que pueda sentirse “segura”. Este ha sido el modo de operación que este
régimen ha utilizado para acallar las voces de cordura ante tanto salvajismo
político. Desde el año 2014 nuevamente un sector de la clase media y
estudiantil ha prendido la llama de lucha contra un sistema de corte militar,
esta vez acompañado por un sector de las clases más bajas fustigadas por la
creciente situación económica, por el deterioro de su calidad de vida y porque
nuevamente están siendo traicionados por el populismo.
Mientras que voces propias y extrañas buscan el control de
las clases bajas para el establecimiento de su sistema político, el progresismo
y el militarismo se olvidan de una golpeada clase media que cada día se pierde
entre la demagogia, ahogada de las malas políticas del Estado, su falta de
inclusión en los proyectos políticos y las formulas numéricas llevadas por las
encuestadoras que al fin y al cabo han pasado a ser los guías de la forma de
hacer anti política en Venezuela.
La clase política Venezolana debe abogar por la
reestructuración de un país de clase media, donde se brinde las herramientas a
las clases menos favorecidas de ir escalando y escapando de ese cinturón impuesto
de pobreza, una sociedad de propietarios donde se garantice la propiedad
privada y la capacidad de emprendimiento a cada uno de los venezolanos, una
sociedad basada en considerar como nuestro principal enemigo a la pobreza y no
al imperio o a los mismos conciudadanos. Un país diferente, parte de una
sociedad diferente, para lograr cosas diferentes, la clase media es el pulmón de
todas las sociedades políticas en desarrollo y en vías de desarrollo,
comprometernos al rescate de la misma debe ser uno de los pilares de nuestro
accionar político democrático.
Fernando Marcano
Coordinador Juvenil de Vente Venezuela en Aragua
@FSMarcano
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