Desde la primera expresión
legitima de los actores civiles en contra de la república militar establecida
por Juan Vicente Gómez en el país, hasta
el alcance de lo que sería el primer ensayo de una democracia liberal
venezolana con la caída del gobierno del General Marcos Pérez Jiménez, han
evolucionado los conceptos y las formas por las cuales el activismo político en
el país se ha configurado para darle respuesta, a veces no tan oportuna, a las
diferentes demandas del país.
Los partidos políticos en
Venezuela se presentaron como la garantía del respeto a las distintas
corrientes de pensamientos y proyectos de una sociedad civil que se abría paso
hacía la madurez ciudadana y a la modernidad en mucho de sus aspectos
cotidianos, incluida la forma de ejercer los derechos y libertades
políticas. Como sombras habían quedado aquellos generales de montonera o
pretensiones castrenses de erigirse en el poder civil olvidando su vocación
institucional, o eso era lo que esperaban los venezolanos.
Los viejos vicios de un pasado
cercano fueron consumiendo lentamente a la nueva hegemonía del poder político
en el país, donde grandes y pequeños caudillos institucionales, fueron atribuyéndose
distintos espacios dentro del contexto nacional, acaparando el direccionamiento
y la amplitud necesaria en una organización política hacía su
propia humanidad , y las organizaciones políticas a su vez, fueron cerrando los
espacios deliberativos y tomando el monopolio, lentamente y a través del
clientelismo, del juego democratico en el país, a un alto costo interno y externo.
Esto es fácilmente apreciable en
las actuales organizaciones políticas, donde caudillos partidistas pelean en
montoneras políticas para asegurar el control de un espacio que le asegure
trinchera para la próxima batalla, y a su vez en el país, donde las cabezas de
esas organizaciones combaten muchas veces por sus intereses y supervivencia dejando
a un lado la reestructuración de una democracia sostenible y sensata.
Aunque ese sea nuestro día a día,
muchos actores políticos han entendido la necesidad de apuntar hacía escenarios
diferentes, donde los partidos políticos sean elemento clave, más no únicos, de
la representación y manejo democrático. La desconcentración del poder,
canalizado hacía mayor empoderamiento ciudadano, en conjunto de una
descentralización institucional, parecieran ser los mejores acompañantes de una
nueva democratización y regeneración en los partidos políticos actuales y un
cambio de la realidad del país que nos está conduciendo a una crisis
humanitaria.
Pasar de una democracia de
partidos a una democracia con partidos, es un reto que va más allá del simple
hecho de resolver la actual crisis en el país, debe ser un compromiso moral de
todos los ciudadanos en sellar de una vez por todas la garantía del
mantenimiento institucional de un país y sepultar de una vez por todas el siglo
XX que se ha extendido más de los necesario y ha dejado heridas imborrables en
cada uno de nosotros.
Fernando Marcano
Coordinador Juvenil de Vente Venezuela Aragua
@FSMarcano
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