jueves, 18 de junio de 2015

Fiebre

Muchas veces me pregunto cómo será la forma de relatar los oscuros sucesos que actualmente atraviesa nuestro país por parte de los jóvenes que nos hemos atrevido, y decidido, a pensar y actuar diferentes al actual gobierno. Quizás la narrativa más parecida que se me pueda ocurrir es «Fiebre» de Miguel Otero Silva, claro está, dejando marcadas las diferencias cronológicas, sociales y políticas.

Puedo imaginarme como serán los relatos de los nuevos «Palenque» enmarcados en descripciones, tan horrendas, que solo una de sus víctimas pueda narrar «30 minutos de luz solar por semana teníamos... Nunca apagaban la luz blanca, el aire al mínimo en un espacio de 2 x 3 metros, ahí nos mantenían en el 4to sótano... No pensábamos en salir, sino en como vivir allí» de seguro será un fragmento de un personaje ficticio cuando se hable de «La Tumba», cárcel donde mantienen a jóvenes venezolanos aislados.

Los nuevos escapes y exilios seguramente ya no narraran polizones en barcos extranjeros desde el puerto de La Güaira o desde Cumaná, sino desde los aeropuertos de Maiquetía, Valencia y Maracaibo. Tampoco los destinos más comunes serán Aruba, Curazao y Trinidad, pero si se seguirán llenando las páginas relatos en Colombia, Europa y EEUU, no conspirando desembarcos al mando de militares sin rumbo, pero si seguirá quitándoles el sueño a los protagonistas las ganas de no estar luchando por el país. Espero no encontrarme lineas tan dolorosas de despedidas «poseídas del más grande dolor que se pueda sentir» como en su momento Armando Zuloaga Blanco le escribía a su madre, pero seguramente encontremos algunas, que estoy seguro que bañaran algunas cuantas páginas de lágrimas.

Posiblemente las torturas crueles y brutales de esos años no serán los daños productos de ingerir vidrio molido en las comidas, ni mucho menos las marcas de los grilletes o explicaciones de qué era el «culillo», pero en su defecto, estarán llenas de relatos de úlceras gástricas,  por las constantes huelgas de hambre, o impactos de balas, metras, perdigones y bombas en manifestaciones, que marcarán, no solo nuestra época, sino también los cuerpos y las mentes de los futuros padres y abuelos que tendrán que responder «¿Cómo te hiciste eso abuelito?» de los curiosos nietos señalando algunas heridas. Lineas como «...se dispersó la marcha y saltamos la cerca para no ser atrapados, de pronto nos encontramos de frente a la Guardia Nacional y de un cascazo me tumbó al piso el soldado y a quemarropa me disparó en las piernas... mejor suerte corrí que el que venía de Valencia, que no sé si murió, pero le dispararon en el rostro...» Sin duda alguna no faltarán.

También habrá un espacio triste, en donde se recordarán a los compañeros que han caído, lineas sublimes que llenarán de frustración y cólera al lector, que se sentirá como quien pierde un ser querido dentro de la narrativa, pero no todo será triste, estoy seguro que el final de las narrativas tendrán en común el logro nuevamente de la libertad, la democracia y la esperanza, a diferencia de Fiebre, y serán sus protagonistas los herederos, no solo de la responsabilidad de conducir esa sociedad dentro del escenario literario, sino los principales promotores de la defensa de esa esencia, valores, práctica y logros alcanzados.

Es así, como espero que sean las narrativas respecto a la lucha que hemos emprendido, existirán muchas posiciones, posturas ante los hechos, interpretaciones, lecturas y ¿por qué no? Ficción y elementos que realcen místicamente esa coyuntura, tal cual ocurrió con Fiebre de Otero Silva. Espero también lectores, que aún así teniendo como referencia lo expresado, estén dispuestos a no aprender, nuevamente, de la historia y estén condenando a un país a repetir los episodios oscuros que solo el totalitarismo y el militarismo pueden proporcionar



Fernando Marcano 

Coordinador de la Juventud de Vente Venezuela en Aragua
@FSMarcano

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