jueves, 11 de junio de 2015

Regeneración.

Mejora que se hace en un sistema o en una actividad para que sea más efectiva o importante, especialmente después de un periodo de deterioro.

«Tal vez el término suene un poco fuerte, pero cuando profundizamos al respecto, observamos que se basa en alcanzar como base la democracia política, el Estado de Derecho y un compromiso de lucha en contra de la corrupción» Con estas palabras mi buen amigo el Dr. Santiago Clavijo me despertaba la curiosidad por saber, no solo sobre el acuerdo que impulsa el partido Ciudadanos en España como condición sine qua non para llegar a alianzas (Partido con el cual no comparto filosofía ideológica ni doctrina), sino también conocer más sobre los principios de regeneración democrática.

Desde hace tiempo la sociedad venezolana viene exigiendo la renovación, no solo del modo en cómo se hace la política en el país, sino también una renovación de los cuadros políticos. Si bien, la consecución de estas dos exigencias políticas no trae consigo bajo el brazo la seguridad de éxito, vale toda la pena intentarlo, más en una Venezuela atrapada en los viejos vicios combinados con las «Nuevas formas», que no son más que un grado mayor de perversión y degeneración de la política en el país, como siempre, de propios y extraños.

Precisamente, para que exista una «Regeneración» tuvo que haber existido una «Degeneración», y aunque en España no se ha consumado (Por lo menos aún no), en Venezuela desde hace rato cumplimos todos los requisitos para patentar todo el concepto y ser el parámetro de la escala, no solo con la llegada del Socialismo del Siglo XXI, sino con el anterior modelo que permitió, por medio de la sobrepragmatización, la mezquindad política, la corrupción desbordada, la no reforma del contrato social y la no renovación de cuadros, entre otras males de los 40 años de democracia civil, que permitieron las condiciones para su llegada.

Tal vez en el país hablar de tomar medidas como: Elecciones primarias para escoger a los representantes de los partidos de forma directa y universal, que los imputados por corrupción tengan que renunciar al cargo y no puedan presentarse en otras elecciones, una ley electoral donde se establezcan condiciones electorales justas y proporcionales, una ley de transparencia exigente, leyes verdaderamente eficaces (dentro de los partidos y fuera de ellos) de transparencia y garantizar la independencia real a través de organismos de regulación y control público de los poderes del Estado, suene algo lejano, pero es hora de que la nueva clase política empiece a asumir el reto de producir los cambios que se requieren.

Y es que más allá de una absurda polarización entre dos posiciones, una nociva y otra destructora, debe prevalecer una voluntad política superior a la de salir de 17 años del peor gobierno que ha tenido el país, y esa voluntad (A mi juicio) debe tener dos condiciones, la necesidad de reformularnos el país, más allá de un cambio de gobierno, y la segunda la obligatoriedad de generar una nueva etapa de confianza, transparencia y ética en los partidos políticos venezolanos.

Sin duda alguna, la regeneración política depende de cómo una nueva camada de jóvenes que actualmente incursionamos en el escenario político venezolano, puede sortear a capa y espada, los peligrosos caminos del continuismo, la perversión, la mediocridad y la falta de convicciones, que actualmente poseen muchos de los dirigentes y partidos en el país. A mi criterio y opinión (ambas cosas satanizadas por todos los sectores políticos del país) es tiempo de plantearnos una nueva identidad de la cual podamos enorgullecernos los activistas políticos de este país, pero sobre todo, generar esa confianza, tanto en nuestros partidos, como en las instituciones del país, que tanto necesitamos los ciudadanos venezolanos.

Fernando Marcano
Coordinador Juvenil del Movimiento Vente Venezuela en Aragua

@FSMarcano

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